El rectocele es el descenso del recto en el canal de la vagina.
Habitualmente, el rectocele se debe al debilitamiento de los músculos que conforman el suelo pélvico y puede ir acompañado de cistocele (descenso de la vejiga) y prolapso uterino (descenso del útero), patologías que también se incluyen en el prolapso genital.
Con todo, el rectocele también puede existir sin estos otros problemas. Incluso pueden desarrollarlo los hombres, aunque no es muy común (en su caso, el descenso del recto es hacia el ano).
¿Qué síntomas produce?
Aunque no todos los rectoceles provocan síntomas, los más frecuentes son:
Sensación de tener un bulto en la vagina.
Dolor durante las relaciones sexuales.
Estreñimiento, dificultades para evacuar.
Presión en la pelvis.
¿Cuáles son las causas del rectocele?
El debilitamiento o rotura del suelo pélvico es la causa principal. Los embarazos, los partos o la disminución de los estrógenos que se produce durante la menopausia pueden debilitar o romper los músculos que sostienen los órganos de la pelvis.
También pueden contribuir al rectocele el estreñimiento o la tos crónica. Es un problema más habitual en mujeres que ya han llegado a la menopausa, aunque también puede darse en jóvenes o en mujeres que no hayan tenido hijos.
¿Cuál es el tratamiento adecuado?
Las últimas tecnologías posibilitan resolver el rectocele con una sencilla intervención por laparoscopia, este tratamiento del rectocele consiste en una cirugía mínimamente invasiva que permite al cirujano reconstruir el suelo de la pelvis con la ayuda de una videocámara.
Se realizan pequeñas incisiones en la cavidad abdominal de la paciente y el cirujano puede realizar su trabajo a través de estos orificios, gracias a las imágenes que emite la cámara.
La operación consiste en fijar una malla sintética (polipropileno) para sujetar el recto que ha descendido.